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domingo, 6 de diciembre de 2020

Una epidemia más, esta vez silenciosa



Creo que una idea que la pandemia de COVID-19 está dejando muy clara es que las acciones individuales pueden impactar no solo en nuestra propia salud, sino en la salud de todos. Llevar una vida sana, hacer ejercicio físico y consumir una dieta equilibrada es una decisión personal que no afecta a la salud del vecino. En tiempos de pandemia por un microorganismo infeccioso, sin embargo, las acciones o inacciones de cada uno pueden impactar en la salud de los demás. Y no solo en la salud, sino también en la economía e incluso en un cambio en la manera de pensar y ver el mundo que, sin duda, se está produciendo en muchas personas. Tal vez la idea de que una sociedad formada por personas individualistas en la que el mayor bien social surge de perseguir cada uno su bienestar personal, sin atender a nada más, acabe siendo considerada un mito más en el que nos han hecho creer los que sí pueden conseguir bienestar y riqueza sin necesitar mucho de los demás.

Y bien, la pandemia de coronavirus no es la única causada por las acciones individuales de cada uno. Estas acciones pueden ser lógicas, legales, y justificadas, pero acaban en conjunto generando igualmente otra pandemia. ¿A qué pandemia me refiero? A la causada por partículas y aerosoles provenientes de la polución y también del humo de los cada vez mayores incendios causados, en parte, por el calentamiento global. Definitivamente, los aerosoles y partículas en suspensión se revelan como terribles enemigos invisibles que es necesario controlar.

Numerosos estudios han mostrado que la emisión de partículas en suspensión, que luego respiramos, es la responsable de varios millones de muertes al año. No hay vacuna ni tratamiento para esta epidemia, que año tras año sigue aumentando su negativa incidencia sobre la salud de la humanidad. Las partículas en suspensión constituyen el quinto mayor riesgo de muerte temprana, tras la hipertensión, el tabaquismo, la diabetes y la obesidad.

¿Cuál es la razón de que la materia en suspensión sea tan dañina? La respuesta a esta pregunta aún no es del todo conocida, pero un nuevo estudio realizado por varios grupos de investigación europeos se acerca algo más a la respuesta. En sus estudios encuentran que no es solo la cantidad de partículas emitidas, sino sobre todo las propiedades fisicoquímicas de esas partículas las que más inciden en la salud. No todas las partículas en suspensión son igual de peligrosas.

Estudios anteriores a este ya habían suscitado la sospecha de que el poder oxidativo de las partículas en suspensión podría ser un factor importante para explicar sus efectos perniciosos. El poder oxidativo disminuye la cantidad de antioxidantes en las células expuestas a estas partículas y puede generar oxidación en las moléculas celulares que causan desde una respuesta inflamatoria exacerbada, a cambios en el ADN que podrían conducir al desarrollo de tumores.

Toxicidad oxidativa

Los autores del nuevo estudio que mencionaba antes se centraron en conseguir dos objetivos. En primer lugar, identificar qué fuentes en Europa son las mayores emisoras de partículas en suspensión en forma de aerosoles con el mayor poder oxidativo. El segundo objetivo era tratar de identificar si el daño causado por las partículas en suspensión era debido a su poder oxidativo o a otras causas. Estos objetivos eran coherentes con la idea de que los mayores efectos sobre la salud deberían observarse en zonas de elevada emisión de aerosoles con alto poder oxidativo, pero serían menores en zonas de alta emisión de otros tipos de partículas con menor o nulo poder de oxidación. Por supuesto, en las zonas de baja emisión de partículas en suspensión los efectos sobre la salud deberían ser aún menores.

Tras establecer, mediante sofisticados análisis químicos, el poder oxidativo de varios tipos de partículas en suspensión, recolectadas en distintas regiones de Europa, los investigadores expusieron en el laboratorio a células epiteliales humanas de los bronquios a partículas y aerosoles de diferente poder oxidativo. De esta forma, pudieron comprobar que las partículas de mayor poder oxidativo incrementaban la secreción de moléculas con efectos inflamatorios. Estos datos apoyan la idea, aunque no acaban de demostrarla, de que el poder oxidativo de las partículas y aerosoles es tal vez el factor más importante para explicar los perniciosos efectos inflamatorios de estos.

Un estudio complementario realizado por investigadores de la Universidad de Berna, en Suiza, ha demostrado también que células aisladas de pacientes con fibrosis quística son más susceptibles a los efectos de las partículas en suspensión. La fibrosis quística es una enfermedad pulmonar caracterizada por la generación de un moco demasiado espeso, que no protege adecuadamente a las células del epitelio pulmonar.

El análisis del poder oxidativo de la materia en suspensión recogida en distintas zonas de Europa, junto con otros estudios por ordenador que modelan cómo se difunden por el aire, permitió a los investigadores determinar las zonas de Europa con mayor concentración en el aire de partículas de elevado poder oxidante. No fue sorprendente comprobar que estas se sitúan cerca de las ciudades más populosas del continente, y alrededor de zonas de alto nivel de industrialización. Otras zonas podían también mostrar altos niveles de aerosoles y partículas en el aire, pero no con tan elevado poder oxidativo.

Los científicos determinaron que la emisión de partículas en suspensión de alto o bajo poder oxidativo proviene de fuentes diferentes. Las partículas en suspensión poco oxidantes provienen de polvo y de aerosoles inorgánicos, como nitrato de amonio y sulfatos, probablemente procedentes de abonos agrícolas. Las partículas en suspensión oxidantes provienen, sobre todo, de la combustión y de la emisión de metales y partículas desgajadas de los frenos y neumáticos de los vehículos.

Estos datos indican que las poblaciones urbanas no solo están expuestas a una mayor cantidad de partículas en suspensión en el aire que se respira, sino que estas partículas poseen el poder oxidativo más elevado y son, por consiguiente, más dañinas para la salud que las partículas emitidas en zonas rurales.

Estos estudios han revelado las regiones de Europa con mayor riesgo para la salud debido a la emisión de partículas y nos dicen que para mejorarla es necesario reducir las emisiones de partículas de elevado poder oxidativo. En cierta medida, depende de la acción y responsabilidad de cada uno que esto se consiga, sobre todo mediante el uso racional de nuestros vehículos, y su recambio por otros más ecológicos si fuera posible.

Referencia: Kaspar R. Daellenbach et al. (2020) Sources of particulate-matter air pollution and its oxidative potential in Europe. Nature. DOI: 10.1038/s41586-020-2902-8. https://www.nature.com/articles/s41586-020-2902-8

 

Jorge Laborda, 6 de diciembre de 2020

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