Una raza de perro es capaz de aprender gramática elemental
Hace casi nueve años publicaba en estas páginas las
proezas lingüísticas de un perro llamado Rico,
un Collie de la frontera, raza de perro pastor generada
hace siglos en la frontera entre Escocia e Inglaterra y considerada la más
inteligente que existe. Rico fue capaz de aprender más de doscientos nombres de
objetos y sus capacidades lingüísticas se publicaron nada menos que en la
revista Science.
Rico murió en el año 2008, pero los estudios
llevados a cabo con él espolearon nuevas investigaciones con otros perros de la
misma raza. ¿Cuál era su límite de aprendizaje lingüístico, solo doscientas
palabras o podían aprender más? ¿Comprendían además de los nombres, la
gramática y sintaxis del lenguaje?
MÁS DE MIL Y UNA PALABRAS
Los psicólogos John Pilley and Alliston Reid se
propusieron responder a estas preguntas, para lo que adoptaron a otro Collie de
la frontera, al que llamaron Chaser y al que entrenaron durante tres años, enseñándole
nombres de juguetes (pelotas, osos de peluche, cochecitos, etc.). Tras este
periodo de aprendizaje, Chaser confirmó, en experimentos científicamente diseñados
por los investigadores, que había aprendido nada menos que los nombres de 1.022
juguetes, los cuales recordaba mejor que lo hacían los mismos investigadores.
Queda claro así que un perro puede aprender mil palabras en inglés –lo que sigue
estando en duda en el caso de muchos españoles–. Además, nada indicaba que Chaser no
pudiera aprender aun más nombres. Los investigadores detuvieron su
entrenamiento lingüístico a los tres años por razones de tiempo, y no porque Chaser
hubiera dejado de aprender y recordar.
Chaser demostró así que podía no solo distinguir diferentes sonidos
pronunciados por el ser humano, sino que era capaz de asociarlos a diferentes
estímulos visuales –y tal vez olfativos– que correspondían a las palabras
emitidas por los experimentadores. En otra serie de experimentos, los
investigadores demostraron que Chaser comprendía también verbos (como trae, lleva, sube…)
incluso combinados con algunas preposiciones (lleva a, sube sobre...) y que era
capaz de ejecutar órdenes sencillas con los 1.022 juguetes. No contentos con
eso, en otra serie de experimentos los investigadores demostraron que Chaser
podía clasificar a los juguetes en categorías (pelotas o peluches, por
ejemplo), es decir, que no solo era capaz de aprender nombres propios, sino
también nombres comunes.
En aun un cuarto tipo de experimento, Chaser
demostró que era capaz, como también lo había sido Rico, de aprender nuevos
nombres por exclusión, es decir, aprender el nombre de un nuevo juguete
identificándolo como extraño entre otros conocidos cuando el experimentador le
pedía traer el juguete en cuestión, aunque Chaser no lo hubiera visto ni olido
todavía ni, por supuesto, oído su nombre. Esta capacidad demuestra que estos
perros poseen al menos una primitiva capacidad de razonamiento lógico.
EL ORDEN DE LAS ÓRDENES
No obstante, ser capaz de aprender palabras, por muchas que
sean, no quiere decir que se pueda aprender un lenguaje. El lenguaje se
caracteriza, además de por el vocabulario y la capacidad de asociar sonidos a
objetos del mundo exterior, por la sintaxis y la gramática, es decir, por la
combinación en un orden correcto de los vocablos, de manera que trasmitan ideas.
No es lo mismo decir lleva el cántaro a la fuente, que lleva la fuente al
cántaro. ¿Sabría Chaser distinguir entre estas dos posibilidades que solo
implican un cambio de orden en las palabras?
Para averiguarlo, los investigadores entrenaron a
Chaser en gramática y eso cuando ya tenía siete años, una edad relativamente
avanzada para un perro. Los investigadores se pusieron frente a dos juguetes
que Chaser conocía, por ejemplo una pelota y un osito de peluche, y le dijeron –en
inglés– "a la pelota" o "al osito", indicando con las manos
el juguete que Chaser debía coger primero para acercarlo al otro.
Tras entrenar a Chaser de este modo durante varias
semanas, los experimentadores sometieron a Chaser a una prueba en la que una
persona conocida, pero que nunca antes había dado órdenes a Chaser, se las daba
esta vez bajo el formato anterior. La nueva persona era necesaria para evitar
que comunicara a Chaser señales corporales indicativas de lo que debía hacer,
que muchas veces los dueños o entrenadores de mascotas emiten de forma
inconsciente. En la prueba, además, se utilizaron juguetes conocidos por
Chaser, pero que no habían sido utilizados en su entrenamiento previo. De un
total de cuarenta ensayos, Chaser realizó correctamente lo que se le pedía veintiocho
veces (una tasa de éxito muy superior a la de cualquier niño, niña, o
adolescente humano recibiendo órdenes de sus padres).
En otra serie de ensayos, la persona dio órdenes a
Chaser sin mostrar inicialmente los juguetes que este debía juntar, dos de los
cuales se colocaban a su espalda, fuera de su vista. Tras oír la orden, Chaser
debía darse la vuelta, coger el juguete que se le había indicado, llevarlo a
otra habitación contigua, y depositarlo cerca del juguete correcto de otro par
de ellos que se habían colocado allí. En esta ocasión, Chaser realizó esta
operación doce veces sin cometer un solo error. Estos datos han sido publicados
en la revista Learning and Motivation.
Estos asombrosos estudios refuerzan la idea de que
algunas razas de perro, en su evolución con el ser humano, han adquirido la
capacidad de comunicarse con él, y abren una interesante posibilidad para
estudiar mejor cómo se originó el lenguaje humano, fundamental para la civilización.
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