La depresión está asociada con
desarreglos circadianos del cerebro
Existen algunos temas de investigación cuyo amanecer se remonta,
si no a la noche, sí al ocaso de los tiempos. Uno de ellos es la investigación
en los ritmos circadianos, los cuales, es verdad, son procesos biológicos que
oscilan entre el amanecer y el ocaso. Al parecer, el primer ser humano que observó
un ritmo circadiano (del latín circa,
alrededor, y diem, día) fue el almirante
griego Andróstenes, que sirvió bajo las órdenes de Alejandro Magno en el siglo
IV antes de Cristo. Andróstenes describió los movimientos diarios de las hojas
del árbol Tamarindo. Desde esta primera descripción, los ritmos circadianos se
han observado en prácticamente todos los seres vivos, desde las cianobacterias
a los animales superiores.
Hubo que esperar hasta 1729 para que se documentara
científicamente el primer ritmo circadiano, lo que se logró por un científico
francés, quien observó que la planta Mimosa movía sus hojas en un ciclo de 24
horas, incluso si se mantenía en completa oscuridad. Ya en el siglo XX se
confirmó que los animales eran capaces de mantener ciclos de actividad y sueño
también cuando se les mantenía aislados del exterior y no sabían cuándo era de
día o de noche.
En la segunda mitad del siglo XX, numerosos experimentos
demostraron que los ritmos circadianos se mantienen gracias a relojes internos
cuya actividad está regulada por los genes. En los años 70 de dicho siglo se
consiguieron las primeras moscas de laboratorio mutantes en su reloj biológico.
El primer gen circadiano de los mamíferos -apropiadamente llamado CLOCK-, se
descubrió solo en 1994. Estos últimos años se han descubierto al menos ocho
genes más que, juntos, participan en el control de los ritmos circadianos de
los animales.
SINCRONÍA JERÁRQUICA
Hoy, es conocido que los ritmos circadianos en los mamíferos
están controlados por una serie de osciladores celulares organizados de manera
jerárquica. En la cima de dicha jerarquía se sitúan las células marcapasos del
núcleo supraquiasmático, un pequeño grupo de neuronas, del tamaño de un grano
de arroz, localizado en la parte inferior del cerebro. Este núcleo recibe
información desde la retina, lo que permite sincronizar el resto de los relojes
del cuerpo con el día y la noche.
Muy recientemente, las modernas técnicas de biología
molecular han permitido descubrir en animales de laboratorio que muchos genes
en varios órganos sufren variaciones diarias en su funcionamiento. Estos
incluyen la sangre, el cerebro, los riñones, el hígado, el músculo esquelético
y el corazón. Además, evidencia científica reciente indica que la interrupción
de los ritmos circadianos se asocia con el desarrollo de varias patologías
importantes, como el cáncer, el síndrome metabólico y la diabetes, y la
depresión.
De hecho, la depresión y otros desórdenes de los estados de
ánimo están claramente relacionados con problemas en la regulación de los
ritmos circadianos. Numerosos estudios han mostrado que la depresión está
asociada con anomalías en los ritmos circadianos de las hormonas, la
temperatura corporal, el sueño, y los patrones de comportamiento diarios. Si se
interviene de manera terapéutica para intentar corregir estas irregularidades
circadianas, los síntomas de la depresión mejoran.
Sin duda, sería muy interesante estudiar las variaciones
circadianas en los genes de los cerebros de personas deprimidas. Esto
permitiría, tal vez, descubrir nuevos modos de mejorar esta enfermedad, la cual
supone, en ocasiones, un serio peligro para la vida. No obstante, probablemente las
personas deprimidas, que aunque tristes no son idiotas, no van a dejarnos
extraer fragmentos de sus cerebros varias veces al día para analizar el funcionamiento
de los genes. E incluso si estuvieran tan deprimidas como para dejarnos, solo científicos
nazis, o algo peor, aceptarían tal posibilidad.
SINCRONÓMICA
La investigación científica debe realizarse de estricto acuerdo
con la ética, lo cual es, en ocasiones, un arte que requiere inspiración y
creatividad. Esta inspiración es la que encontraron un grupo de investigadores
de varias universidades estadounidenses. Lo que estos investigadores hicieron
fue extraer los cerebros enteros de víctimas de muerte repentina, bien por
accidente, paro cardiaco o suicidio. Los investigadores colocaron los cerebros
en hielo lo más rápidamente que pudieron y anotaron la hora de la muerte. Tras
recoger 55 cerebros de personas normales y 34 de personas diagnosticadas con
depresión, los investigadores analizaron el estado de funcionamiento de cerca
de 12.000 genes en seis áreas diferentes del cerebro.
Sorprendentemente, los científicos comprobaron que el
funcionamiento de los genes cerebrales en las personas normales sigue un patrón
predecible: algunos de ellos muestran un máximo de actividad al amanecer;
otros, al ocaso, es decir, es posible estimar la hora de la muerte de alguien sano
analizando el estado de funcionamiento de los genes de su cerebro en el momento
de su muerte. Sin embargo, esto es imposible en el caso de personas deprimidas.
En estas, el ritmo circadiano de funcionamiento de los genes está totalmente
descoordinado con los ritmos cotidianos de día y noche. Estos resultados han
sido puntualmente publicados en la revista Proceedings
de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.
Este estudio, no obstante, no determina si es el desarreglo
del funcionamiento de los genes el que causa la depresión o si, por el
contrario, es la depresión la que causa el desarreglo circadiano. No obstante,
desvela una intrigante asociación entre ambos fenómenos que espoleará la
investigación para profundizar más en la fisiología molecular de la depresión.
Si Andróstenes levantara la cabeza…
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