Mayor cantidad de cloro tal vez haría imposible la vida sobre la Tierra
Como ya he
dicho en más de una ocasión, una de las cosas que más me fascinan es cómo la
ciencia va, poco a poco, descubriendo hechos y relaciones entre ellos que
desvelan lo que sucedió desde el origen del Sistema Solar para que ahora
estemos aquí hablando de ello. Probablemente conocen mis lectores sobre mi idea
de que la manera en que la Luna nació, tras una gigantesca colisión entre la Prototierra
y otro protoplaneta del tamaño de Marte, fue fundamental para el desarrollo de
la inteligencia sobre nuestro planeta.
No todo es
conocido, ni mucho menos, sobre lo que ocurrió en los albores de la formación
de la Tierra, y algunos importantes misterios tal vez nunca serán resueltos de
manera satisfactoria, ya que no estuvimos allí para observarla. Sin embargo, un
reciente trabajo de investigación nos acerca más hacia la comprensión de uno de
ellos, lo cual puede tener importantes implicaciones para comprender el origen
de la vida sobre la Tierra. Se trata de la deficiencia del elemento cloro sobre
nuestro planeta.
Resulta que
los análisis químicos realizados con los meteoritos caídos en la Tierra, que
poseen una composición química similar a la de la nebulosa que dio origen al
Sistema Solar y a nuestro planeta, indican que la corteza terrestre muestra una
severa carencia de cloro, aunque otros elementos químicos se encuentran en proporciones
similares en la Tierra y en los meteoritos primitivos. Recordemos que el cloro
es uno de los elementos clave que forma el cloruro sódico, un componente
mayoritario de la sal marina y de la que añadimos a nuestros platos cocinados.
MISTERIOS ACLORADOS
¿Por qué la corteza
terrestre posee menos cloro que otros cuerpos del Sistema Solar? Evidentemente,
si posee menos que otros cuerpos presentes en la nebulosa inicial que dio
origen al planeta es porque este elemento tuvo que perderse. Solo hay dos
posibilidades para explicar esto: o bien el cloro ha sido secuestrado por los
elementos ahora localizados en el núcleo y manto terrestres, es decir, ha sido
conducido hacia el interior de la Tierra debido a su afinidad química por esos
elementos; o bien el cloro se ha perdido expulsado al espacio exterior por
algún proceso que causó la pérdida de este elemento durante la formación de la
Tierra.
Dos
investigadores, uno de la Universidad de Nuevo México y el otro, de la NASA,
han abordado este problema y publican sus interesantes resultados en la revista
Earth and
Planetary Science Letters. Para estudiar la posibilidad de que el
cloro haya sido atrapado por el núcleo o manto terrestres, los investigadores
realizan experimentos a una temperatura de 1.900ºC y una presión de 80.000
veces la presión atmosférica –condiciones similares a las que podían existir en
el interior del planeta primitivo– en los que mezclan compuestos clorados con
rocas ricas en hierro y metales, similares a las del manto terrestre. Los investigadores
intentaron averiguar así si el cloro podía unirse a los elementos presentes en
el manto, lo que podría haber resultado en su secuestro por este.
Los
resultados de este experimento son claros, indican que el cloro no ha sido
secuestrado en el interior de la Tierra. Este elemento ha debido, por
consiguiente, perderse en el espacio exterior, pero: ¿Cómo?
COLISIONES SECANTES
Para intentar
explicarlo, los investigadores consideran el hecho de que el cloro y también
otros elementos de su familia, como el yodo y el bromo, son muy solubles en
agua. El agua presente inicialmente en la Prototierra se situaba, como lo hace
hoy, principalmente en la atmósfera y superficie terrestres, donde podía ser
expulsada al espacio exterior tras impactos acaecidos con grandes cuerpos o
protoplanetas más pequeños que la Tierra que se estaban formando al mismo
tiempo en la misma nebulosa en la que también se formó esta. Uno de los impactos
más colosales, como ya hemos dicho, fue el que originó la formación de la Luna
a partir de los restos esparcidos al espacio en la colisión.
Cientos de
millones de años tras estos eventos, la Tierra recibiría una abundante lluvia
de asteroides y cometas que volverían a aportar agua al planeta, la que hoy
forma los océanos y mares. Esta agua, procedente de los confines del sistema
solar, contendría menos cloro que la perdida por la Tierra en las colisiones
iniciales.
¿Qué
consecuencias tiene este escenario, de ser cierto, para el desarrollo de la
vida en la Tierra? Y bien, los investigadores creen que tiene consecuencias muy
importantes, en particular, que el agua de mares y océanos sea mucho menos
salina de lo que sería de no haberse perdido cloro, acompañado por otros
elementos también solubles en agua, como el sodio. Una elevada salinidad es,
si no incompatible, sí muy molesta para el desarrollo de la vida, que hubiera
tenido dificultades serias de aparecer y evolucionar hacia seres complejos en
un planeta más salado que el nuestro. Por alguna razón se llama muerto al mar súper
salado de ese nombre, localizado entre Israel y Jordania.
Así pues, el nacimiento
de la Luna y su influencia gravitacional causante de las mareas no es lo único
que tuvo que suceder para permitir el desarrollo de la vida inteligente sobre
la Tierra. Probablemente antes de que ocurriera esa gigantesca colisión, otras
colisiones importantes también contribuyeron a disminuir la cantidad de agua y
de cloro sobre el joven planeta Tierra. Esta disminución es lo que,
posiblemente, ha permitido un ambiente químico favorable al desarrollo de la
vida, y la presencia de suficiente tierra firme sobre la que pudieron
desarrollarse seres tan inteligentes como para leer estas palabras.
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