Un nuevo procedimiento permite convertir la
incomestible celulosa en rico almidón
Para mí, uno de los hechos más fascinantes
descubiertos por la ciencia de la bioquímica es que diferentes modos de unión
química entre las moléculas, y modificaciones mínimas en algunas de ellas,
producen materiales con propiedades radicalmente diferentes. Un ejemplo de lo
que quiero decir lo encontramos en las moléculas de almidón y glucógeno, por un
lado, y de celulosa y de quitina, por el otro.
El almidón y el glucógeno, componentes muy importantes
de los alimentos que ingerimos, están formados por la unión de miles de
moléculas de glucosa, el azúcar más común. La diferencia entre los dos es
simplemente la frecuencia con la que, del tronco inicial formado por la unión
lineal de miles de moléculas de glucosa, surgen ramificaciones que permiten
unir más moléculas. Digamos, para visualizarlo, que el almidón y el glucógeno
son “árboles” formados por glucosa que solo se diferencian en la distinta
frondosidad de sus ramas.
La manera en que las moléculas de glucosa se
unen para formar glucógeno o almidón involucra a un determinado tipo de enlace
que se produce cuando la glucosa se encuentra en una forma concreta. Resulta
que la glucosa puede adquirir dos formas diferentes en el espacio, que
colocan al átomo de oxígeno que participa en el enlace por arriba o por debajo
de un plano. Es una situación similar a que nosotros, para dar la mano a
alguien, la extendiéramos por debajo o por arriba del plano de los hombros. Sin
duda dar la mano resulta más cómodo manteniéndola por debajo de los hombros,
que es como normalmente la mantenemos para saludar, pero sería posible darse un
apretón de manos levantándolas por encima de los hombros, aunque sería más
incómodo.
DARSE LA MANO
Y bien, para unirse entre sí, las moléculas de
glucosa “se dan la mano” de dos maneras diferentes. En una de ellas, el
átomo involucrado en el enlace se sitúa por encima de un plano; en la otra, por
debajo. Cuando las moléculas se unen en la primera conformación, se genera
almidón o glucógeno, que podemos digerir; cuando se unen en la segunda, se
genera celulosa, que es indigerible por nuestro sistema digestivo. La celulosa
es un material muy diferente del almidón, muy resistente, insoluble, que las
plantas utilizan como material de soporte. Una pequeña modificación química de
la celulosa, que añade a las moléculas de glucosa un átomo de nitrógeno unido a
los átomos que forman el vinagre, la convierte en quitina, la cual forma la
coraza de los insectos y crustáceos, tan asquerosos los unos como sabrosos los
otros. Lo sorprendente es que todos esos materiales están formados
principalmente por moléculas de glucosa (o un derivado) unidos de dos formas
diferentes.
La glucosa es, como sabemos, la principal
fuente de energía en forma de carbohidrato. Las neuronas, por ejemplo, obtienen
su energía casi exclusivamente de la glucosa y, por ello, podemos decir que el
trasporte de glucosa desde la sangre al cerebro es fundamental para el
mantenimiento de la civilización. La cantidad de glucosa que las plantas
generan cada año en forma de celulosa se estima en unas ciento ochenta mil
millones de toneladas. Evidentemente, toda esa glucosa no puede ser aprovechada
para la alimentación, pero: ¿Podríamos hacer algo para transformar la celulosa
en almidón? Conseguir esta transformación supondría dar un paso importante
para, si no eliminar, al menos reducir el hambre en el mundo y, al mismo
tiempo, generar materia prima para la fabricación de biocombustible.
DULCE BIOQUÍMICA
Un grupo de investigadores chinos y
estadounidenses abordan esta cuestión y han diseñado una manera de transformar
celulosa en almidón que, por el momento, no es demasiado eficaz, pero que puede
mejorar mucho en el futuro. La idea básica consiste en lo siguiente: Utilizando
técnicas de biología molecular, los investigadores introducen una serie de
genes en la bacteria Escherichia coli,
vieja conocida de los laboratorios de todo el mundo. Uno de estos genes produce
un enzima capaz de disgregar a la celulosa y romperla en fragmentos de dos
moléculas de glucosa, fragmentos que, no obstante, siguen siendo indigeribles.
Otro de los genes produce un enzima que es capaz ahora de separar esas dos
moléculas de glucosa en moléculas individuales. Finalmente, esas moléculas de
glucosa individuales pueden ser utilizadas por un tercer enzima, que las une
ahora de la forma adecuada para formar almidón. Extractos de estas bacterias
son capaces de transformar celulosa en almidón. Estos estudios han sido
publicados en la revista Proceedings (PNAS) de la academia de ciencias estadounidense.
Aunque el procedimiento funciona, por el
momento resulta muy caro. Costaría un millón de dólares convertir 200 kilos de
celulosa en 20 kilos de almidón, lo que solo cubriría las necesidades
energéticas de una persona por 80 días. Resulta más barato ir a comer a un buen
restaurante. Sin embargo, los investigadores creen que cuando el procedimiento
se mejore, el precio podría bajar hasta los 50 céntimos de dólar por persona y
día.
Estas interesantes propuestas podrían, en
efecto, ayudar a combatir el hambre en el mundo. No obstante, el hambre podría
también eliminarse mediante una política racional y global de control de la natalidad,
que conduciría a aumentar la riqueza de todos, disminuiría la presión que el
ser humano ejerce sobre el medio ambiente y su influencia sobre el cambio
climático y, probablemente, aumentaría también el nivel global de felicidad de
las personas.
Parece que estamos volviendo los ojos hacia la celulosa, el bioproducto más abundante del planeta, como posible fuente de materiales (bioplásticos), combustibles (etanol), y ahora alimento, como explicas en este interesante post.
ResponderEliminarLo que me pregunto es por qué volver a enganchar las glucosas para dar almidón si la glucosa per se ya se podría consumir, ahorrándonos un paso.
Por último, una pequeña precisión: los anómeros alfa y beta de los sacáridos no se pueden llamar conformaciones, ya que su interconversión implica la apertura del anillo de piranosa mediante ruptura de un enlace covalente. Manías de químico orgánico, sorry...
Gracias por tu comentario, José Ignacio. Pido disculpas por llamar conformaciones a las dos formas anoméricas de la glucosa, pero a veces me tomo ciertas "licencias divulgativas" (en contraposición a la licencia poética) para intentar explicar algunas cosas. Sobre lo que dices de por qúe convertoir de nuevo la glucosa de la celulosa en almidón, se me ocurre que debe ser porque el almidón es una manera muy eficiente de almacenar la glucosa, y porque el almidón tal vez pueda ser purificado mucho más fácilmente que la soluble glucosa por precipitación o algún proceso sencillo.
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