Una nueva tecnología convierte en transparente a cerebros
enteros
Últimamente se está hablando mucho de la
necesidad de transparencia en las instituciones, cargos públicos y entidades
financieras, pero la necesidad de transparencia no resulta solo interesante en
el mundo social, sino también en el mundo de la ciencia, en particular en la
biología y en la biomedicina. No me refiero aquí a que los investigadores
expliquen con más transparencia sus complejos descubrimientos, sino en
convertir en transparentes a órganos y tejidos para poder estudiar mejor su
organización y sus anomalías en caso de enfermedad.
La transparencia, en Física, es la
propiedad que poseen algunos materiales de dejar atravesar la luz sin que esta
sea absorbida o dispersada. Solo unos pocos materiales corrientes son
transparentes, en particular el vidrio. La gran mayoría son opacos, es decir,
no permiten que la luz los atraviese, y la absorben o la dispersan rebotándola
en todas direcciones.
Sería muy interesante, a la vez que
extraordinario, poder convertir en transparentes a objetos que son opacos. Por
ejemplo, si pudiésemos convertir en transparente a la ropa rociándola con alguna sustancia química inofensiva, no hay duda de que el
procedimiento se utilizaría a menudo, por lo menos en clubs de alterne y algún
programa del corazón.
LUCHA CONTRA LA OPACIDAD
Transformar en transparente un objeto
opaco, sin embargo, no resulta tan difícil en el caso de ciertos materiales.
Siempre recordaré la primera vez que vi caer una gota de aceite sobre un trozo
de papel de periódico, y cómo al extenderse sobre su superficie, el aceite lo convertía
en transparente. Con sorpresa, en ese momento descubrí que la transparencia y
la opacidad no son propiedades inmutables.
Los científicos llevan mucho tiempo
interesados en conseguir extraer información detallada de sistemas biológicos
intactos, incluso vivos, interés que ha espoleado numerosas innovaciones, desde
la radiografía a la ecografía y la tomografía. Aunque estas técnicas convierten
en parcialmente transparentes los tejidos por medios físicos y tecnológicos, no
consiguen la transparencia que sería deseable y, entre otras cosas, es insuficiente para numerosos
análisis de la estructura cerebral. En general, esta estructura ha debido ser
analizada realizando cortes contiguos finísimos de tejido cerebral, los cuales
pueden ser así observados al microscopio. Estas observaciones permiten construir
laboriosamente mapas de localización y conexión de sinapsis y neuronas. Es un
trabajo, no ya de chinos, sino de españoles en crisis.
Para conseguir la verdadera transparencia
de órganos y tejidos sería necesario
utilizar métodos químicos que consigan un cambio de propiedades en los tejidos
vivos, el cual permita observarlos con luz visible al mismo tiempo que
mantienen la integridad de su estructura y organización. Esto parece ser solo
un deseo imposible extraído de alguna película de ciencia ficción –recuerdo
ahora, cómo no, el hombre invisible–,
pero se ha convertido en realidad, según lo que publican en la revista Nature un grupo de investigadores de la
universidad de Stanford, en California, USA.
LA CLARIDAD DE CLARITY
Estos investigadores han desarrollado una
nueva técnica que han bautizado con el apropiado nombre de CLARITY, y que
algunos califican ya como el mayor avance en neuroanatomía en décadas. Tal vez
un premio Nobel aguarde en el futuro al director del trabajo, el Dr. Karl
Deisseroth.
La técnica convierte al cerebro –por el
momento el de un ratón– en transparente mediante el tratamiento con un
detergente particular usado en el laboratorio: el llamado SDS. El detergente
elimina los lípidos que, al contrario que en el caso del papel, son los
responsables de la opacidad del tejido cerebral.
Técnicas similares habían sido probadas
sin éxito, ya que los detergentes, además de eliminar los lípidos, eliminan
también las proteínas, imposibilitando su estudio en las muestras así tratadas.
Para evitar el problema de la eliminación de las proteínas, antes del
tratamiento con detergente, los investigadores tratan el cerebro con
acrilamida, una sustancia química que se une a las proteínas y a los ácidos
nucleicos y forma con ellos una red, un entramado, que las deja a todas unidas entre
sí como si de un gigantesco andamio molecular se tratara. El cerebro así
tratado se convierte en una especie de gel plastificado que ahora puede
tratarse con el detergente sin problemas de que este elimine a las proteínas,
además de a los lípidos. El tratamiento con el detergente convierte así al
cerebro en transparente.
Con el empleo de esta nueva técnica y de
diversas técnicas de imagen, los investigadores son capaces de analizar la
localización de las conexiones neuronales a lo largo del cerebro completo, y
determinar también dónde se encuentran las sinapsis, los complejos de proteínas
que las hacen funcionar y las mantienen, así como algunos neurotransmisores.
Los investigadores ya están trabajando
para conseguir convertir en transparente un cerebro humano completo. De
conseguirlo, se abren numerosas oportunidades de investigación para comprender
a nivel muy fino los cambios en la estructura cerebral propios de enfermedades
neurodegenerativas de la importancia del Parkinson o el Alzheimer. Esta
comprensión es fundamental para conseguir revertirlos un día.
La ciencia, una vez más, toma la
delantera y convierte en posible lo que aparentemente no lo era. Es de esperar
que esta nueva realidad, si la actividad investigadora es adecuadamente
sostenida y financiada, nos deparará nuevas y agradables sorpresas en un futuro
no muy lejano.
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