Por paradójico que pueda parecer, la
ciencia ha descubierto que el cerebro humano no está hecho para la ciencia. El
objetivo último de nuestro cerebro es la supervivencia de nuestra especie y,
por esa razón, está construido para sobrevivir; no para pensar o analizar la
realidad de manera objetiva. Esta capacidad, la de análisis racional y lógico,
ha surgido, en efecto, porque ha proporcionado una mejor capacidad de
supervivencia a la especie humana, pero, antes que ella, otras capacidades,
sobre todo la capacidad de sentir emociones y reaccionar frente a ellas, son las
que han hecho posible que ahora estemos aquí.
A pesar de esto, la ciencia se ha abierto
camino y ha condicionado de manera radical el mundo en el que vivimos hoy.
Problemas fundamentales para nuestro futuro, como el cambio climático, el
aumento de la longevidad humana, la batalla contra el cáncer o las enfermedades
infecciosas, las nuevas tecnologías de la comunicación, etc., solo podrán
resolverse con un adecuado conocimiento científico y con una adecuada
percepción social de la ciencia y de la tecnología, de sus riesgos y de sus
beneficios.
DUDAS SOBRE LA CIENCIA
La percepción social de la ciencia es un
problema particularmente vigente hoy, sobre todo en países que, también
paradójicamente, han dedicado un gran esfuerzo al desarrollo científico y
tecnológico, como los Estados Unidos y numerosos países europeos. A pesar de
las aplastantes evidencias a favor, casi la mitad de los estadounidenses sigue
teniendo dudas acerca de la veracidad de la evolución de las especies y un
elevado porcentaje cree que el cambio climático es solo una invención de
ciertos grupos de presión interesados en acabar con el negocio de las compañías
petroleras. Igualmente, la percepción sobre los alimentos transgénicos de
numerosas personas en Europa es muy negativa, a pesar de que ya se han
consumido por miles de millones de individuos en todo el mundo sin que nadie
haya caído por ello enfermo, que se sepa.
Si esta apreciación negativa de una buena
parte de la población más culta del planeta se produce frente a temas
científicos o tecnológicos para los que existe una amplia evidencia a favor, la
percepción sobre temas menos conocidos puede ser aun más negativa. Además, hoy
existen nuevas herramientas de comunicación social que, aunque han sido hechas
posibles por la ciencia y la tecnología, pueden ejercer un enorme efecto en la
percepción social de estas.
Como es natural, para estudiar este y
todos los problemas, la ciencia utiliza un abordaje científico. Es lo que han
hecho un grupo de científicos de la comunicación social con objeto de averiguar
el efecto de los diversos comentarios que se vierten en las redes sociales
sobre los riesgos de la nanotecnología, la cual está presente, generalmente sin
que lo sepamos, en más de 1.300 productos ya disponibles en el mercado.
El experimento consistió en hacer leer a
2.338 voluntarios un texto sobre nanotecnología publicado en un blog de
Internet. El texto era en sí bastante neutro en sus opiniones sobre los
beneficios y perjuicios de esta tecnología. No así los comentarios que lo acompañaban,
comentarios que suelen acompañar también de manera muy abundante a muchos
textos publicados en Internet sobre cualquier tema. La mitad de los
participantes fueron expuestos a comentarios duros, irrespetuosos con la
ciencia y los científicos, cargados de palabras agresivas y descalificativas.
La otra mitad fue expuesta a comentarios equilibrados y respetuosos, más
prudentes y de acuerdo con las normas de la etiqueta social. Ambos tipos de
comentarios, no obstante, intentaban proporcionar la misma información o
abordar las mismas ideas. Lo que difería entre ellos era el tono y el vocabulario
empleados.
¿MANIPULACIÓN EMOCIONAL?
Los investigadores estudiaron si el cariz
de los comentarios al texto modificaban la percepción sobre la nanotecnología
que los voluntarios ya tenían antes de leerlos, la cual habían determinado
previamente en un cuestionario. Sorprendentemente, lo que encontraron fue que
el tono de los comentarios no alteraba las ideas de quienes los leían, pero sí
ejercía un importante efecto sobre la vehemencia con la que esas ideas se
defendían. Quienes eran contrarios a la nanotecnología eran mucho más
contrarios a ella si leían comentarios agresivos, pero quienes eran previamente
favorables eran también mucho más favorables a ella tras leer los mismos
comentarios. Las opiniones de unos y otros se habían radicalizado. Sin embargo,
esta polarización no sucedió en los participantes que leyeron los comentarios más
respetuosos. La conclusión más importante a la que llegan los investigadores es
que la radicalización no proviene del análisis argumental y lógico de las ideas
a favor o en contra, sino de las emociones suscitadas por el tono y las
palabras empleadas en dichos comentarios.
Estos resultados, publicados en la
revista Journal of Computer-Mediated
Communication, suscitan cierta intranquilidad acerca de los efectos de las redes
sociales sobre la radicalización de las posturas ideológicas de nuestra sociedad,
y no ya sobre asuntos científicos, sino sobre cualquier otro. Este estudio
sugiere que es conveniente estar atentos ante la posibilidad de perder la objetividad
y la sensatez tras la manipulación consciente o inconsciente que sobre nuestras
ideas ejercen las emociones suscitadas por palabras agresivas, insultantes, o
faltas del debido respeto. Es también conveniente estar atentos ante el uso
deliberado de estas técnicas, tan propias de los llamados “troles” que pueblan las
redes sociales y, por desgracia, también propias de determinado tipo de prensa,
para neutralizarlas en lo posible.
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