El perro es, probablemente, el primer
animal con el que un ser humano entra en contacto en su vida. Este fiel amigo
lleva acompañando a la Humanidad miles de años, y ha unido su destino al
nuestro.
El perro es un animal aparentemente carnívoro,
como el lobo, del que proviene. Sin embargo, el perro no parece ser un
carnívoro tan estricto como su ancestro. Cualquiera puede comprobar que los
perros pueden comer verduras y cereales variados, en particular arroz, todos
ellos alimentos vegetales. Los lobos criados en cautividad, sin embargo, no son
capaces de digerir adecuadamente semejante dieta.
Igualmente interesantes son las evidentes
diferencias de comportamiento que manifiestan lobos y perros. Los perros, no
entrenados como guardianes o como perros policía, suelen ser mucho menos
agresivos que los lobos. También es clara la gran capacidad de los perros para
entender en parte el lenguaje humano y, sobre todo, el lenguaje corporal y
gestos de sus amos, y parecen comprender los estados de ánimo e intenciones de
estos. Los lobos, e incluso los chimpancés, son claramente inferiores en estas
habilidades.
CUÁNDO Y CÓMO
Aún se debate la época en la que se
domesticó el primer lobo, con hipótesis que barajan cifras tan dispares como
hace 33.000 años a hace solo 10.000; en cualquier caso, no demasiado tiempo en
términos de la evolución. También se debate la forma en que se produjo esta
domesticación. Unos apoyan la idea de que algunas tribus primitivas se habrían apoderado
de cachorros de lobo con la intención de usarlos como guardianes frente a sus
enemigos. Otros sugieren que la domesticación se produjo como consecuencia de
la revolución agrícola y ganadera, la cual transformó al ser humano de nómada
en sedentario, con lo que empezó a producir basura que atrajo a los enclaves
humanos a algunos animales, entre ellos al lobo. Aquellos con mayor capacidad
para digerir este nuevo tipo de alimentación, y que se mostraron menos
agresivos con los humanos, pudieron convertirse en los ancestros del perro
moderno.
Sea como fuere, el lobo fue domesticado y
adquirió las habilidades digestivas y de comportamiento esbozadas arriba en su
transformación a perro. La ciencia no duda hoy que dichas habilidades son solo posibles
por cambios genéticos. Aunque la sabiduría popular puede suponer que los perros
comen pan y verduras porque a todo se acostumbra uno cuando el hambre aprieta,
esto no es cierto. Para poder aprovechar el pan y las verduras es necesario disponer
de genes que produzcan enzimas digestivos adecuados, como por ejemplo la amilasa,
un enzima que inicia la digestión del almidón vegetal en el intestino. De otra
manera, lo que se come no puede ser digerido y, por tanto, no puede ser
aprovechado, lo que debilita e incluso pone la vida en peligro.
Del mismo modo, aunque los
comportamientos pueden aprenderse, no es menos cierto que la capacidad para
aprender no se aprende, y esta depende sobre todo de los genes que afectan al
desarrollo del sistema nervioso. Así, es probable que la capacidad para
aprender a interpretar el lenguaje humano, tanto hablado como corporal, dependa
de cambios génicos concretos adquiridos a lo largo de la evolución del perro en
su adaptación al entorno humano.
EN
BUSCA DE GENES PERRUNOS
Aunque se conocen algunos genes que
diferencian a perros y lobos, hasta la fecha no se había llevado a cabo un
análisis amplio de los genomas de ambos animales en busca de los genes que
puedan dar cuenta de sus diferencias. Hoy, gracias a nuevas tecnologías de la
genómica, este análisis es posible y ha sido llevado a cabo por investigadores
suecos, noruegos y estadounidenses, quienes publican sus hallazgos en la
revista Nature.
Los científicos secuenciaron ADN procedente
de los genomas de 12 lobos de todo el mundo y de 60 perros pertenecientes a 14
razas. En primer lugar, buscaron las letras individuales del ADN, las llamadas
bases, que variaban entre los genomas y hallaron nada menos que cerca de 4
millones de cambios. También identificaron regiones de ADN que se habían copiado
varias veces o que se habían perdido. A continuación, los investigadores
identificaron las regiones que presentaban menor número de cambios entre las
razas de perros, pero cambios más frecuentes entre perros y lobos. Pretendían así
encontrar aquellos genes y regiones del ADN que habían mutado durante la
evolución del lobo al perro, y que eran importantes para la supervivencia de
todas las razas caninas en general –por eso presentaban escasos cambios entre
ellas– y no solo para algunas en particular.
Este análisis reveló 122 genes que habían
mutado del lobo al perro. Entre ellos se encuentran algunos importantes para el
desarrollo del sistema nervioso, lo que sugiere que la legendaria inteligencia
de los perros ha sido espoleada por la evolución sucedida en contacto con el
ser humano. Otro de los genes mutados es, precisamente, el gen de la amilasa,
que se ha copiado hasta treinta veces en el genoma del perro, frente a solo las
dos copias de este gen que posee el lobo. Estas múltiples copias permiten a los
perros producir amilasa en mayor cantidad, lo que les capacita para digerir
adecuadamente verduras y cereales.
Estos estudios avanzan nuestros
conocimientos sobre los mecanismos y la velocidad a la que la evolución puede
generar cambios adaptativos importantes. Por otra parte, sugieren a los
propietarios de perros que la dieta de estos puede incluir sin problemas verduras y cereales, ya que están perfectamente adaptados a este tipo de
alimentación.
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