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domingo, 20 de septiembre de 2020

Manbat y el coronavirus


Llevamos ya más de nueve meses desde el inicio de la pandemia de COVID-19 y a pesar de que se han publicado más de 31.000 artículos de investigación científica sobre la enfermedad y el virus que la causa, el SARS-CoV-2, todavía quedan muchas incógnitas por resolver. Es más, quedan incógnitas por averiguar. En otras palabras, todavía no sabemos todo lo que no sabemos sobre el virus y la enfermedad.

Una de esas incógnitas sigue siendo el origen del virus SARS-CoV-2. Los estudios realizados hasta ahora indican que este es idéntico en más de un 96% a un virus de murciélago, llamado RaTG13. Muchos expertos creen que, a pesar de la gran similitud, el virus no ha pasado directamente desde el murciélago a la especie humana. Y es que ese casi 4% de diferencia en el genoma entre RaTG13 y SARS-CoV-2 necesitaría de unos 40 años de evolución para producirse.

Por esta razón, muchos expertos buscan una especie intermediaria entre el murciélago y el ser humano, la cual habría permitido la generación de nuevos coronavirus con mayor rapidez mediante procesos de recombinación, de mezcla, entre los genomas de varios coronavirus que pudieran infectarlos. Una de las especies candidatas es el pangolín malayo.

La búsqueda de coronavirus en esta especie de pangolines ha revelado que estos son portadores de coronavirus similares a SARS-CoV-2. Estos, no obstante, son virus que siguen mostrando diferencias, a veces importantes, en muchos de sus genes con SARS-CoV-2.

Para añadir más misterio al asunto, SARS-CoV-2 posee ciertas características en su genoma de las que los otros coronavirus carecen, y de las que no se conoce su origen preciso. Estas características parecen hacerlo más contagioso en la especie humana. Por esta razón, en mi opinión, aunque es claro que tanto murciélagos como pangolines albergan virus similares al SARS-CoV-2, todavía quedan importantes incógnitas por resolver para llegar a averiguar los procesos por los que el nuevo coronavirus se generó y pasó de una de esas dos especies al ser humano. A pesar de la importancia de averiguar este hecho para prevenir la aparición de nuevas pandemias, no parece seguro que este asunto llegue a esclarecerse. Por ello, algunos científicos siguen insistiendo en que se lleven a cabo investigaciones más profundas sobre este tema.

Transmisión, en el aire

Otro de los asuntos de importancia crítica que todavía sigue siendo objeto de cierto debate es el modo de transmisión del SARS-CoV-2. Al inicio de la pandemia, la opinión más generalizada era que el nuevo coronavirus se transmitía por contacto de superficies contaminadas con las manos. Las manos luego llevaban a la boca, nariz u ojos las partículas de virus. Las superficies se contaminaban al caer sobre ellas las pequeñas gotillas de saliva que se producen al hablar, cantar, toser o estornudar. Un contacto muy cercano entre personas podría también permitir la inhalación de alguna de estas gotillas, pero no se creía que esta fuera la principal vía de contagio. El lavado frecuente de manos fue el procedimiento recomendado para evitar el contagio, pero no se aconsejó el uso de mascarillas.

Sin embargo, los estudios que se fueron realizando para intentar esclarecer las vías de contagio del virus revelaron que este también se puede contagiar por inhalación de aerosoles, que igualmente se producen al hablar, cantar, estornudar o toser. Los aerosoles son gotitas muy pequeñas, capaces de quedarse suspendidas en el aire durante horas de manera similar a las gotitas que forman la niebla, y que pueden ser inhaladas al respirar.

El debate todavía no está cerrado. No es aún conocido cuál es la importancia relativa de las dos posibles vías de contagio. Que el virus pueda contagiarse por vía aérea no implica que esa sea la principal forma de contagio. Sin embargo, si me permiten que les diga mi opinión, hay pocas dudas de que una vía importante de transmisión en espacios cerrados es la vía aérea.

Las cuevas y el murciélago gritón

Algunos estudios avalan esta idea, pero también la avala el modo de vida de los murciélagos. Estos animales son los principales depósitos de coronavirus, y estos virus están particularmente bien adaptados para infectarlos y vivir a su costa.

No hay duda de que tenemos cierta fascinación con los murciélagos. No en vano algunos autores han creado a personajes famosos de la cultura universal que derivan de esos animales. Quizá esto se deba a las características que compartimos con ellos.

Humanos y murciélagos somos animales gregarios, que andamos en general de cabeza por la vida. A ambas especies nos gusta vivir en cuevas. Nosotros incluso las podemos construir. Las llamamos viviendas, oficinas, salas de fiesta o pabellones. Los murciélagos no pueden construir cuevas porque han convertido sus brazos en alas, no como nosotros que los hemos convertido en herramientas para intentar ganar dinero, creyendo con ingenuidad que tal vez así logremos volar un día.

Hablando más en serio, los coronavirus de los murciélagos deben ser capaces de trasmitirse entre ellos aprovechando su modo de vida. La agrupación de estos animales en grandes colonias, en el interior de cuevas, es una gran ocasión para transmitirse por vía aérea. Las cuevas, como las viviendas, mantienen unas condiciones de temperatura y humedad que probablemente faciliten la estabilidad de los aerosoles.

Además, los murciélagos son animales muy ruidosos. Utilizan el sonido como medio para localizarse en el espacio y localizar a sus presas. Algunas especies son incluso capaces de comunicarse con el sonido y despliegan una serie de vocalizaciones que conllevan simples significados, es decir, poseen un lenguaje simple. Por último, colgados cabeza abajo, y envueltos en sus alas, es improbable que los murciélagos toquen nada con lo que les queda de manos y se lo lleven a la nariz o a los ojos. En los murciélagos, los coronavirus tienen escasas oportunidades de transmitirse por otro medio que no sean los aerosoles que producen con sus vocalizaciones. Ah, se me olvidaba. Los murciélagos vuelan.

Los humanos nos reunimos también en nuestras “cuevas” para hablar y cantar y, entre medias, toser y estornudar. Además, los humanos tenemos manos que llevamos con mucha frecuencia al rostro, lo que ofrece a los coronavirus que puedan infectarnos otra nueva posibilidad de transmisión que no tienen con los murciélagos. Creo por ello que los humanos somos aún más vulnerables que esos animales al contagio con coronavirus. Por esta razón, hay que lavarse las manos, no tocarse el rostro, evitar entrar en “cuevas” abarrotadas y llevar mascarilla, la cual, como beneficio adicional, mejora el aspecto de la mayor parte de la Humanidad.

Referencias: Malik YA. Properties of Coronavirus and SARS-CoV-2. Malays J Pathol. 2020 Apr;42(1):3-11

Jorge Laborda 20 de septiembre de 2020

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