Una variante
génica podría explicar el efecto placebo
El efecto placebo sigue siendo un
misterio. Como sabemos, este efecto se manifiesta al proporcionar un
tratamiento sin principio activo, pero haciendo creer al paciente que el
tratamiento resultará eficaz. Esta creencia ejerce un efecto beneficioso y, en
muchos casos, el paciente mejora.
Todo ensayo clínico bien elaborado debe
comparar los resultados obtenidos al administrar un nuevo tratamiento con los
resultados del tratamiento con placebo. Dependiendo de la enfermedad, el efecto
placebo puede ser muy importante (aunque también puede ser inexistente en
enfermedades como el cáncer), y algunos estudios han demostrado que, para
algunas enfermedades, no existe diferencia entre la eficacia obtenida mediante tratamiento
con medicamentos o con un placebo, es decir, no existe un medicamento realmente
eficaz para esa enfermedad.
FACTORES
PLACEBO
Dada la importancia de este efecto en la
investigación y la práctica médicas, muchos investigadores han abordado su
estudio para intentar comprenderlo. Una de las conclusiones obtenidas es que este
efecto depende de numerosos factores. De todos ellos, las expectativas de los
pacientes sobre la probable eficacia del tratamiento es el factor más
significativo. Así, cápsulas placebo de diversos colores no ejercen el mismo
efecto, y las píldoras rojas, por ejemplo, funcionan mejor como estimulantes
que las azules. El tamaño de las píldoras es también importante, siendo las
píldoras grandes las que mayor efecto placebo ejercen. Las inyecciones, también
la acupuntura, ejercen un efecto placebo superior a las píldoras. La
interacción personal con el médico influye, y mucho, en este efecto, y cuando
esta es más cercana el efecto placebo es mayor. Por último, el efecto placebo
es proporcional al precio que se haga pagar por el tratamiento, lo que, en mi
opinión, explica en parte por qué los tratamientos homeopáticos, que funcionan
de acuerdo a este efecto, deben ser caros.
Otros estudios han demostrado que un buen
porcentaje de la población no puede experimentar el efecto placebo, por lo que
no es un efecto universal. Un estudio reciente, publicado en la revista
especializada Neuropsychopharmacology, indica
que la personalidad de cada cual podría ser un factor implicado en la
intensidad del efecto que se experimenta. En dicho estudio, los individuos
altruistas, fuertes y sinceros, y que puntuaban bajo en una escala de
hostilidad, experimentaron efectos placebo de mayor magnitud. Estos sujetos
poseían igualmente menores niveles de cortisol (una hormona relacionada con el
estrés) y mayor activación de receptores de opiáceos internos en regiones
cerebrales relacionadas con la percepción de placer y la recompensa. Este y otros estudios han
demostrado, además, que el efecto placebo activa determinadas regiones del
cerebro en quienes lo experimentan, las cuales dependen en parte de la
indicación del tratamiento, es decir, si es analgésico, antiinflamatorio, etc.
Por consiguiente, parece que podemos
concluir con seguridad que las percepciones de nuestra mente afectan a lo que
creemos puede sanarnos, pero: ¿Qué es nuestra mente? Nos adentramos aquí en un
terreno más espinoso. Sin embargo, para la ciencia, la mente no es sino el
resultado de la interacción de los miles de millones de neuronas que forman
nuestro cerebro, las cuales dependen del correcto funcionamiento de ciertos
genes.
DOPAMINA Y PLACEBO
¿Podrían los genes estar implicados en
que unos experimenten un intenso efecto placebo y otros no experimenten ninguno?
Investigadores de la universidad de Harvard supusieron que posiblemente genes que
participan en el metabolismo de neurotransmisores involucrados en los circuitos
del placer y la recompensa podían contribuir a este efecto en alguna medida.
Para intentar demostrarlo, sometieron a un estudio a pacientes que sufrían de
la enfermedad llamada síndrome del intestino irritable, la cual posee un
componente emocional bastante importante y es afectada por el efecto placebo.
Los pacientes fueron clasificados en tres
grupos. El primero no recibió tratamiento alguno (lista de espera), el segundo
recibió un tratamiento placebo con escasa interacción personal con el médico, y
el tercero recibió un tratamiento placebo que requería intensa interacción
personal con el médico. Al mismo tiempo, se estudió qué variantes génicas del
gen denominado COMT poseían estos pacientes. Este gen produce un enzima que
destruye, para su normal reciclaje, el neurotransmisor dopamina, implicado en
la comunicación de los circuitos neuronales del placer, el dolor, la memoria y
el aprendizaje.
Existen dos variantes del gen COMT,
denominadas Met y Val. La variante Met produce un enzima más inestable que la
Val, lo que resulta en una mayor presencia de dopamina ya que, como hay menos
enzima, es destruida en menor proporción. Pues bien, los investigadores
encuentran que solo los individuos que han heredado al menos una variante Met
(de las dos posibles que podemos heredar, una del padre y otra de la madre) y
que, por tanto, poseen una mayor concentración de dopamina en sus cerebros, son
capaces de experimentar el efecto placebo. Aquellos que han heredado dos
variantes Val, por el contrario, no pueden experimentarlo. Estos resultados han
sido publicados en la revista PLOS One.
Aunque no se conoce si estos hallazgos se
reproducirán en el caso de otras enfermedades, estos nuevos descubrimientos
derraman luz sobre los factores moleculares que pueden afectar al efecto
placebo y reducen la incógnita sobre la naturaleza de dicho efecto, acercándolo
a lo que hoy se conoce sobre el funcionamiento del cerebro, el cual sigue
guardando abundantes misterios.
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