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La epidemia de coronavirus ha oscurecido u ocultado otras malas noticias. Una de ellas es la generación de un gran agujero en la capa de ozono en la región ártica, cercano a Groenlandia, tres veces más amplio que el área de esta enorme isla. Este agujero es el más grande jamás observado en el hemisferio norte. La revista Nature publicó la notica a finales del pasado mes de marzo de este año.
Afortunadamente, este agujero de ozono duró solo unas pocas semanas. Se había cerrado espontáneamente para finales de abril. Según los expertos en física de la atmósfera, los fenómenos que han actuado tanto para la apertura como para el cierre de este enorme agujero probablemente están relacionados con el calentamiento global.
No obstante, es importante recordar que los clorofluorocarbonos -gases volátiles presentes, entre otros productos, en los antiguos espráis-, los principales gases contaminantes responsables de la destrucción de la capa de ozono, aún siguen en la atmósfera. Afortunadamente, la cantidad de estos gases ha disminuido desde que 197 países acordaron, en 1987, acabar con su uso.
La capa de ozono es fundamental para la vida sobre la Tierra. Esta protege a los seres vivos de los peligrosos rayos ultravioleta UV-B y UV-C del Sol, los más energéticos de todos los rayos ultravioleta y capaces de generar mutaciones en el ADN. Sin la capa de ozono, precisamente formada gracias a la acción de los mismos rayos ultravioleta de los que nos protege, la vida sobre la Tierra sería imposible tal y como la conocemos.
A lo largo de la historia del planeta, la vida ha sufrido serios reveses y, en ocasiones, ha estado a punto de desaparecer. Los estudios geológicos han revelado cinco extinciones severas sucedidas en la historia de la Tierra, y hasta otras quince extinciones menos graves ocurridas en los últimos 540 millones de años. Como sabemos, la más conocida es la sucedida hace 66 millones de años en la que los dinosaurios resultaron extintos y junto con ellos el 75% de todas las especies.
Las causas de estas extinciones han sido y siguen siendo objeto de intenso debate científico. Fruto de esos debates y de la investigación espoleada por ellos ha sido la identificación de al menos tres fenómenos que han causado extinciones.
El primero de ellos es la conocida colisión de un asteroide o meteorito de grandes proporciones con el planeta. Las consecuencias de la colisión incluyen la transferencia de elevadas cantidades de polvo a la atmósfera que causan el oscurecimiento del planeta y un cambio climático repentino.
Las enormes cantidades de gases y cenizas vertidas a la atmósfera por gigantescas erupciones volcánicas constituyen una segunda causa de las extinciones. Por último, enfriamientos climáticos planetarios que originan una disminución del nivel del mar constituyen la tercera causa de extinción identificada hasta el momento.
Faltan explicaciones
Sin embargo, estas causas no explican todas las extinciones ocurridas. En particular, ninguna de estas causas ha podido ser inequívocamente asociada a una de las extinciones más importantes. Esta es la llamada extinción del periodo Devónico tardío, sucedida hace unos 370 millones de años. En esta extinción perecieron al menos el 70% de todas las especies.
Esta extinción no sucedió en un corto espacio de tiempo. Los estudios indican que pudo alargarse por un periodo de hasta de 20 millones de años. Esto sugiere que la causa de esta extinción no es probablemente ni una colisión con un asteroide, ni erupciones volcánicas masivas, que no parecen extenderse tanto en el tiempo.
Para intentar averiguar la causa de esta extinción, científicos de la Universidad de Southampton, en el Reino Unido, decidieron analizar con una nueva técnica los estratos correspondientes a esa era geológica recolectados a partir de dos lugares poco frecuentados por los seres humanos. Uno de esos lugares es una antigua región lacustre localizada al este de Groenlandia; el otro, una región cercana al lago Titicaca en Bolivia. En la época en la que sucedió la extinción, la primera región se encontraba cerca del ecuador, mientras que la última se encontraba cerca del polo sur terrestre. Esto ha permitido comparar lo que sucedió en ambas latitudes.
Las muestras de rocas y estratos obtenidas fueron disueltas en ácido fluorhídrico. Esto liberó los fósiles microscópicos de esporas de plantas de la época que, como los helechos de hoy, carecían de flores.
La examinación al microscopio de esos fósiles reveló que muchos mostraban extrañas malformaciones. Estas eran compatibles con mutaciones causadas en el ADN por radiación ultravioleta. Las malformaciones no se encontraron en esporas fósiles correspondientes a otras épocas geológicas, lo que indicaba que algo debió causarlas solo en ese periodo, pero no en otros.
Los investigadores proponen que un agujero en la capa de ozono fue el causante del incremento de radiación ultravioleta recibida por los seres vivos en esa época. Esta radiación causó, en muchos casos, mutaciones irreversibles que condujeron a la extinción de numerosas especies. El agujero de ozono pudo ser causado por un calentamiento global que conllevó un incremento de la concentración de óxido de cloro en la atmósfera. Este gas, como los clorofluorocarbonos, es un gas destructor del ozono.
A lo largo del proceso de extinción, algunas platas sobrevivieron, pero ecosistemas de bosques enteros desaparecieron. El grupo de peces más numerosos, los llamados placodermos, o peces acorazados, se extinguió por completo, lo que dejó espacio para otras clases de peces, como los peces cartilaginosos (tiburones, rayas…) y los óseos, que dominan hoy los océanos.
Los investigadores avisan de que el calentamiento global que estamos causando hoy podría conducir a que el planeta alcance temperaturas similares a las propias del periodo Devónico. De suceder esto, fenómenos similares a los acaecidos entonces podrían causar el colapso de la capa de ozono, lo que acarrearía terribles consecuencias para la vida sobre la Tierra.
Es un aviso más. ¿Haremos caso?
Referencia: John E. A. Marshall et al (2020). UV-B radiation was the Devonian-Carboniferous boundary terrestrial extinction kill mechanism. Sci. Adv. 2020; 6: eaba0768. https://advances.sciencemag.org/content/6/22/eaba0768
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