La fisiología de las hembras de varias especies es capaz de detener un embarazo en respuesta al olor de otro macho. ¿Machismo molecular?

A lo largo de la evolución de las especies animales, la relación entre los sexos no ha resultado siempre fácil. Los machos han competido, en general, por conseguir fecundar a cuántas más hembras mejor, y estas se han visto frecuentemente sometidas al poder de los más fuertes. Gracias a la ciencia, hoy sabemos que este poder se extiende más allá de la dominación física, y llega hasta a controlar la fisiología de la reproducción femenina de manera hormonal, o mejor dicho, feromonal.
Como es sabido, las feromonas son sustancias químicas emitidas por un organismo que son captadas por otros de su misma especie, lo que induce en ellos cambios fisiológicos o de comportamiento. Las feromonas son comunes en los insectos, pero también en mamíferos, incluidos los humanos. Por ejemplo, ciertas feromonas son las responsables de que mujeres que viven juntas acaben por sincronizar su periodo menstrual con sus compañeras.
Las feromonas ejercen efectos muy poderosos de los que, en general, el animal no es consciente. Uno de los más dramáticos es el conocido por “efecto Bruce”. En 1959, la bióloga Hilda Bruce colocó a hembras de ratón gestantes en presencia de machos que no eran los padres de sus futuros hijos. El resultado fue un aumento muy importante de abortos que condujeron a acoplamientos sexuales y embarazos con el nuevo macho. Curiosamente, los abortos no se incrementaron si se colocaba a las hembras gestantes en presencia de machos castrados o sexualmente inmaduros. Estaba claro que el macho de ratón sexualmente maduro secretaba alguna sustancia que favorecía su propia reproducción en detrimento de la de sus competidores.

Grupo de geladas
Un asunto de narices
Estudios subsiguientes indicaron que estas sustancias se secretaban en la orina. Las sustancias se evaporaban y eran captadas por el olfato de las hembras, en realidad por una parte especial del sistema olfativo, llamado el sistema vomeronasal, presente en muchos animales.
El sistema vomeronasal está conectado con el sistema neuroendocrino, es decir, con la parte del sistema nervioso que controla la secreción de hormonas a la circulación sanguínea en respuesta a estímulos neuronales. Los estímulos químicos recibidos por las neuronas del sistema vomeronasal de las hembras de ratón detienen la secreción de la hormona prolactina. En ausencia de esta hormona tampoco puede secretarse la hormona progesterona, y el útero no puede mantener el embarazo.
El poder que unas simples sustancias en la orina de los machos de ratón ejerce sobre la fisiología de las hembras es, por tanto, enorme. Sin embargo, aunque todo esto parezca machismo a nivel molecular, en realidad, no lo es. Si a lo largo de la evolución se han desarrollado este tipo de mecanismos fisiológicos es porque no solo interesan a los machos, sino principalmente a las hembras. Estas dejan de mantener un embarazo iniciado por un macho que, probablemente, no es tan fuerte y tan genéticamente bien dotado como el nuevo macho, el cual, deben de suponer las hembras, ha debido vencer y expulsar al que inicialmente las fecundó. Además, el macho ahora dominante podría matar a sus hijos tras su nacimiento. Conviene, por tanto, no despilfarrar recursos en la reproducción de unos hijos que no serían todo lo fuertes que podrían ser y que tal vez ni llegarían a la edad adulta. Reproducirse con el macho más fuerte es, sin duda, la mejor opción, lo que solo es posible si el embarazo en curso se detiene y se inicia uno nuevo con él.

Hembra de gelada
Un efecto natural
Por mucho que el efecto Bruce tenga sentido evolutivo, es no obstante necesario comprobar su existencia en la Naturaleza. Esto ha resultado ser un problema. Algunos estudios llevados a cabo con roedores salvajes no habían podido obtener evidencia alguna a su favor. A pesar de las numerosas pruebas acumuladas sobre este efecto en animales domésticos o en cautividad, hasta ahora no se había podido demostrar que fuera operativo en un entorno natural. Tal vez se tratara de una consecuencia extraña de la cautividad o de la domesticación de los animales.
Afortunadamente, en un reciente estudio publicado en la revista Science, investigadores de la Universidad de Michigan terminan con esta controversia al publicar que el efecto Bruce se produce en la Naturaleza, y no ya en roedores, sino en un primate: el gelada, un mono terrestre de las praderas de Etiopía, similar al babuino. En una serie de observaciones, los autores confirman que las hembras de gelada terminan el 80% de sus embarazos en las semanas siguientes a que el macho dominante, y padre de sus hijos, sea vencido y reemplazado por otro. Los datos que obtienen sugieren, además, que esta estrategia ofrece beneficios a las hembras que, de otro modo, podrían ver su descendencia muerta por el nuevo macho, lo que suele suceder en el caso de que el embarazo no pueda ya detenerse. Como comentaba anteriormente, es más conveniente para ellas, por tanto, no continuar un embarazo que podría conducir a la muerte de su recién nacido, y comenzar otro con el nuevo macho dominante.
La existencia del efecto Bruce en primates y en la Naturaleza abre ahora el interrogante de si también se produce con nosotros, los humanos, o al menos si alguna vez existió a lo largo de nuestra evolución. Preguntas, sin duda, interesantes y no exentas de cierto morbo, morbo del que ni la ciencia, en estos tiempos, es capaz de escapar.
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